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La célèbre photo de Juan Gómez Quintano, primée en 1980 |
Les fêtes en l'honneur de San Fermín viennent de se terminer à Pamplona, avec son lot d'accidents graves lors de ses inégalables encierros.
C'est en lisant un article de la revue Toros sur le musée de Marcelino de la calle Estafeta que j'ai retrouvé cette célèbre photo de Juan Gómez de l'encierro du 14 juillet 1980.
J'avais une vague idée que ce taureau était un Albaserrada et j'ai eu la curiosité de faire des recherches. Et quelle a été ma surprise de retrouver dans le blog "Desolvidar" un texte écrit par Patxi Mendiburu, le jeune homme qui souffrit la cornada de Callejero dans ses chairs il y a plus de trente ans!
Ayant reparlé récemment de ce taureau et de ce souvenir aigre/doux avec Patxi, ce dernier em raconta que le jour même d el'accident le Marquis d'Albaserrada alla le visiter à l'hôpital et lui proposa un séjour à Mirandilla pour sa convalescence!
Ci-dessous, l'article dans son intégralité :
"Se llamaba "Callejero", 500 kilos, capa negra. Corrió en el encierro del 14 de julio de 1980. Había nacido cinco años antes, a principios de 1975, en Mirandilla, la finca que al noroeste de Sevilla tiene el Marqués de Albaserrada. En el encierrillo tuvo algún percance al meter una de las manos en una cuneta y quedó dolorido.
Cuando supe que en el encierro del día 13 había habido dos muertos, me juré no correr más. Pero...
A las ocho y un minuto, en la Plaza Consistorial, tras sortear al toro que venía adelantado, me encontré de frente con Callejero. La primera cornada fue brutal. Luego, me metió tres más que las sentí, pero no me dolieron (gracias, adrenalina).
Él, al pillarme, se resintió del tropezón del encierrillo. Llevaba sangre en la boca y cojeaba ligeramente. Caminaba despacio y daba continuos derrotes. Por Estafeta era tanta su indecisión que algunos mozos creyeron que se iba a dar la vuelta y corrieron hacia Mercaderes. A la altura de la Cafetería Belagua volvió a pararse sembrando el pánico. Gracias a la insistencia de los mozos, continuó, aunque lentamente, hacia la plaza. Pero no acababa de entrar por el callejón. Tuvieron que salir los dobladores. Al entrar a la plaza, giró a su derecha y pilló a un chico, a quien pudo darle un cornalón. Pero todo quedó en un puntazo. El toro no se cebó con él.
Para cuando entró en corrales, yo ya llevaba un rato en el hospital. Gravísimo, cuatro cornadas. Como dijo mi tío Tomás, presente en la operación que duró más de tres horas: "pudo ser más, pero también pudo ser menos".
Callejero no tuvo la oportunidad de demostrar su nobleza. No fue considerado apto para la lidía. Lo tuvo que matar un guardia civil.
Aquel toro pudo matarme. Pero, cuando yo ya estaba totalmente a su merced, se dio la vuelta y siguió su camino. Media docena de mozos hicieron lo imposible por quitármelo de encima."
Dos puñales astifinos,
cuatro feroces cornadas,
un combate desigual
entre un hombre y una bestia…
Un combate sin trincheras
en un espacio estrecho,
encajonado, entre tablas,
en el que no hay salida…
Un parapeto humano
te impide la retirada
por el frente y por los lados,
y por detrás, el peligro:
una bestia enfurecida
te acecha sin cesar
con dos lanzas puntiagudas…