vendredi 6 avril 2012

Machacar los Albaserrada



Javier Salamanca, conocido aficionado de Madrid, me ha enviado este cartel con el comentario siguiente : "Un cartel de toros y de toreros ..."

Y que emoción nostálgica a leer la reseña de esa corrida, por parte del más grande de todos Joaquin Vidal, en el periódico El País.


LAS VENTAS/MADRID
3 MAYO 1986

Salieron poderosos los Albaserrada, hasta que alguien dijo basta. Parecía haber una consigna en el ruedo venteño: machacarlos. Se encargaron de ello los picadores, matarifes ecuestres. También se encargaron los duendes del corral, donde acaeció lo usual en esta plaza cuando un toro cruje al caballo los siguientes no tenían fuerza.

El segundo levantó al caballo sobre sus astas y lo volteó, y luego descabalgó al picador para cabalgarlo sobre la barrera. El tercero derribó, también, y el cuarto dejó al caballo medio paralítico contra las tablas. Naturalmente, quinto y sexto aparecieron flojuchos y ya no hubo más derribos.

Lo cual no quiere decir que los picadores dejaran de machacar, encaramados en los percherones y sus petos, que esconden enormes manguitos. El presidente -que ayer se llamaba el señor Font- es responsable de esta irregularidad, y habrá de explicar en que orden ministerial se ha basado para autorizar los adminículos antirreglamentarios.

A los bajos traseros, con saña carnicera, apuntaban sus puyas los picadores, y convertían en paté la tersa musculatura de las reses. O aún más atrás apuntaban, como el individuo de castoreño que hacía puerta en el sexto, y se le enredó la puya en el rabo del toro. La casta de los Albaserrada, tan groseramente agredidos, se agriaba, y llegaban al último tercio cabeceantes, con medio recorrido. La afición estaba consternada ante estos sucesos, pero no podía ni hacerse oír, pues la Comunidad de Madrid había invitado a numerosas peñas de la provincia, que estaban en el sol, a lo suyo; es decir, sonar charangas, corear olés sin tino, meter ruido.

También estaban consternados los toreros si bien actuaron con valor y oficio para embarcar de alguna manera las peligrosas acometidas. Principalmente Niño de Aranjuez en el cuarto, y Carlos, Aragón en el quinto; éste incluso añadiendo finura, a los muletazos que consiguió ligar. Campano. Estuvo asimismo animoso en el sexto, sólo que se le ocurrió llevarlo al sol, hacerles así a las peñas, dedicándoles la faena, y cuando encadenaba altos de espaldas (que son los pases de la demagogia), le aclamaban. Los tres espadas fueron valientes y Campano, además, vivo, para complacencia del personal invitado.

La afición apreció la casta de los Albaserrada, fallida por la carnicería de que fueron víctimas, y aún paladeaba las memorables chicuelinas del Niño de la Taurina, el día anterior, que si no es el quite de la temporada, por lo menos puede ser el del fin de semana torero.




JOAQUIN VIDAL

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