Desde hace varios días Manolo el vaquero no consigue conciliar el sueño. Ha vivido situaciones estresantes con los toros en la finca, pero esta vez, está realmente perturbado.
La primera vez que se dio cuenta del fenómeno, caminaba a caballo con templanza por la dehesa. Una extraña sensación le llamó la atención pasando a la vera de un eucalipto centenario. Intuitivamente, giró la cabeza y creyó ver “la cosa”. Paró en seco su montura y dudando, se volvió de nuevo. Pensó que estaba soñando y que el cansancio acumulado estos últimos días de intensa labor le hacía una mala jugada. Se dio la vuelta y se acercó al árbol. Cerró los ojos, vaciando su mente. Al abrirlos de nuevo, no cabía la menor duda. A unos tres metros de altura, una enorme cabeza de toro destacaba en medio de las ramas. Impresionado, se largó, primero al paso, para luego poner su jaca al galope tendido.
Al día siguiente, lo primero que hizo llegando a la finca fue preparar su caballo e ir al lugar misterioso. Después de una buena noche de descanso, estaba convencido que lo que había visto el día anterior era solo un espejismo. Pero llegado al árbol, su esperanza desvaneció, la inquietante cabeza seguía en el mismo sitio.
Desde este fantástico descubrimiento, no pasaba un día sin ir a visitarlo. Con cautela, de lejos, observaba y admiraba el objeto. La cabeza era negra, carnosa, amplia, maciza, ancha de sienes y con unos cuernos grises majestuosos con las puntas rasgando el cielo. El animal tenía los ojos cerrados y parecía estar dormido. No obstante, esta cabeza transmitía una fuerza prodigiosa.
Al atardecer, Manolo disfruta de la serenidad del campo. Una puesta de sol preciosa alumbra el crepúsculo. De repente, desde el lugar mágico suenan unos mugidos terroríficos. Se acerca con cuidado. La escena que presencia supera todo entendimiento. Decenas de toros rodean el árbol en una alocada ronda. Excavan con rabia, echando la tierra con violencia. Con sus astifinos pitones, arrancan y agrietan la corteza del tronco. Los gritos son roncos, tenebrosos, saliendo de lo más profundo de sus entrañas. De sus bocas salen chorros de espuma. Manolo ha visto varias veces peleas de toros, pero lo de hoy es alucinante. Tiene la garganta seca. Una excitación general, un estado de fiereza extrema, un odio desmesurado parecen habitar las bestias. El árbol-cabeza es la causa de este barullo.
Este misterio que le desconcierta y le embruja le esta pesando demasiado. Decide comentarlo con Sebastián, un vaquero jubilado que le ha enseñado todo de su oficio. Le cuenta la situación con mucha precaución, para no pasar por loco. Pero que sorpresa cuando escucha al vaquero contestarle :
“Sé de que me hablas. Mi abuelo, que ya era vaquero en la ganadería me transmitió este secreto, que lo conocía él mismo de sus antepasados. Este extraño árbol es conocido en Mirandilla desde que los toros pastan en la finca. Es el árbol de la regeneración. Cada cinco años, cada ciclo de toro, la misma cabeza aparece y se queda durante unos días. Avisados por no se sabe que fuerza sobrenatural, todos los toros bravos de la ganadería se acercan para participar en este misterioso ritual de comunión salvaje. Vienen a reencontrarse con sus origines. Llenos de energía, de poder y de ferocidad, se sienten entonces preparados para luchar hasta la muerte. El instinto de lucha esta para siempre en ellos. Este árbol mágico es la quintaesencia de la ganadería".
Para los que creen que esta historia es una fábula, les invito a venir a Mirandilla, a prosternarse delante del árbol sagrado de la cabeza de toro.
La primera vez que se dio cuenta del fenómeno, caminaba a caballo con templanza por la dehesa. Una extraña sensación le llamó la atención pasando a la vera de un eucalipto centenario. Intuitivamente, giró la cabeza y creyó ver “la cosa”. Paró en seco su montura y dudando, se volvió de nuevo. Pensó que estaba soñando y que el cansancio acumulado estos últimos días de intensa labor le hacía una mala jugada. Se dio la vuelta y se acercó al árbol. Cerró los ojos, vaciando su mente. Al abrirlos de nuevo, no cabía la menor duda. A unos tres metros de altura, una enorme cabeza de toro destacaba en medio de las ramas. Impresionado, se largó, primero al paso, para luego poner su jaca al galope tendido.
Al día siguiente, lo primero que hizo llegando a la finca fue preparar su caballo e ir al lugar misterioso. Después de una buena noche de descanso, estaba convencido que lo que había visto el día anterior era solo un espejismo. Pero llegado al árbol, su esperanza desvaneció, la inquietante cabeza seguía en el mismo sitio.
Desde este fantástico descubrimiento, no pasaba un día sin ir a visitarlo. Con cautela, de lejos, observaba y admiraba el objeto. La cabeza era negra, carnosa, amplia, maciza, ancha de sienes y con unos cuernos grises majestuosos con las puntas rasgando el cielo. El animal tenía los ojos cerrados y parecía estar dormido. No obstante, esta cabeza transmitía una fuerza prodigiosa.
Al atardecer, Manolo disfruta de la serenidad del campo. Una puesta de sol preciosa alumbra el crepúsculo. De repente, desde el lugar mágico suenan unos mugidos terroríficos. Se acerca con cuidado. La escena que presencia supera todo entendimiento. Decenas de toros rodean el árbol en una alocada ronda. Excavan con rabia, echando la tierra con violencia. Con sus astifinos pitones, arrancan y agrietan la corteza del tronco. Los gritos son roncos, tenebrosos, saliendo de lo más profundo de sus entrañas. De sus bocas salen chorros de espuma. Manolo ha visto varias veces peleas de toros, pero lo de hoy es alucinante. Tiene la garganta seca. Una excitación general, un estado de fiereza extrema, un odio desmesurado parecen habitar las bestias. El árbol-cabeza es la causa de este barullo.
Este misterio que le desconcierta y le embruja le esta pesando demasiado. Decide comentarlo con Sebastián, un vaquero jubilado que le ha enseñado todo de su oficio. Le cuenta la situación con mucha precaución, para no pasar por loco. Pero que sorpresa cuando escucha al vaquero contestarle :
“Sé de que me hablas. Mi abuelo, que ya era vaquero en la ganadería me transmitió este secreto, que lo conocía él mismo de sus antepasados. Este extraño árbol es conocido en Mirandilla desde que los toros pastan en la finca. Es el árbol de la regeneración. Cada cinco años, cada ciclo de toro, la misma cabeza aparece y se queda durante unos días. Avisados por no se sabe que fuerza sobrenatural, todos los toros bravos de la ganadería se acercan para participar en este misterioso ritual de comunión salvaje. Vienen a reencontrarse con sus origines. Llenos de energía, de poder y de ferocidad, se sienten entonces preparados para luchar hasta la muerte. El instinto de lucha esta para siempre en ellos. Este árbol mágico es la quintaesencia de la ganadería".
Para los que creen que esta historia es una fábula, les invito a venir a Mirandilla, a prosternarse delante del árbol sagrado de la cabeza de toro.
Gracias por esta "versión española". Espero que se repita
RépondreSupprimersaludos